sábado, 25 de octubre de 2008

EL HOMBRE DEL SACO



De entre todos los mitos sobre fantasmas, monstruos y otros seres siniestros de la oscuridad, que forman parte de nuestro miedo subconsciente cultural, sin duda, es el Hombre del Saco uno de los personajes más arraigados y poderosos que, aún hoy, de adultos, sigue teniendo una extraña y magnética influencia sobre todos nosotros. Tal vez sea porque se trata del primer "demonio" al que nuestras madres y abuelas, ingénuas e inconscientes, nos obligaron a enfrentarnos, convirtiéndole, desde entonces en protagonista de nuestras más oscuras pesadillas. Tal vez porque han existido, existen y existirán auténticos y verdaderos "hombres del saco", cuya brutalidad, en ocasiones, supera la de la ficción... En todo caso, fuera como fuese, está ahí, y a ninguno de nosotros nos gustaría, en una fría y solitaria noche de otoño doblar la esquina para encontrarnos, cara a cara con el Hombre del Saco....


El Hombre del Saco, Viejo del Saco, Viejo del Costal o Viejo de la Bolsa es un personaje del folclore infantil hispánico. Se le suele representar como un hombre que vaga por las calles, cuando ya ha anochecido, en busca de niños malos o extraviados, para llevárselos metidos en un gran saco a un lugar desconocido. Este personaje es caracterizado como un "asustador de niños", y se utiliza como argumento para asustar a los niños y obligarlos a dejar de tener malos hábitos o comportamientos. Es similar al Coco y al Sacamantecas.


El Bogeyman, Boogyman, o Bogyman, (El hombre gusano), es un aterrador ser legendario de países de habla anglosajona, que sería el equivalente a nuestro hombre del Saco. El bogeyman no tiene ningún aspecto específico, y su leyenda puede haberse originado de Escocia, en donde a tales criaturas las llaman a veces Boggarts, Bogles o Bogies.
A diferencia del siniestro personaje latino, que vaga en la oscuridad de la noche, el Bogeyman está al acecho en dormitorios (ej., detrás de la puerta, en el armario, o debajo de la cama), donde se esconde antes de atacar al durmiente.


La figura imaginaria del "Hombre del Saco" tiene su correlato real en numerosos criminales tristemente famosos por secuestrar y matar niños. En algunos de ellos se ha querido ver el origen del personaje, aunque en realidad éste no se basa en ningún suceso en particular (aunque puede verse 'confirmado' por todos ellos).


EL CRIMEN DE GADOR


Uno de estos criminales, por ejemplo, actuó en Gádor, un pueblo de Almería, en 1910.

Francisco Ortega el Moruno estaba gravemente enfermo de tuberculosis y buscaba desesperadamente una cura.

Acudió a una curandera, Agustina Rodríguez, quien al ver el caso lo mandó a Francisco Leona, barbero y curandero que tenía antecedentes criminales. Leona le pidió tres mil reales a cambio de la cura y le reveló el remedio: tenía que beber la sangre de un niño sano, recién salida del cuerpo, y ponerse en el pecho emplastos de las mantecas aún calientes de la criatura. Le prometió que de esa forma sanaría enseguida.
Leona se ofreció él mismo buscar al niño y salió junto con el hijo de Agustina, Julio Hernández el tonto, en busca de algún niño extraviado.

En la tarde del 28 de junio de 1910 secuestraron a Bernardo González Parra, de siete años y natural de Rioja, que se había despistado mientras jugaba con sus amigos y se había separado de ellos.

Leona y Julio lo metieron en un saco y lo llevaron al cortijo de Araoz, aislado del pueblo, que Agustina había puesto a disposición del enfermo.

Otro hijo de Agustina, José, fue a avisar a Ortega, mientras en la casa se quedaba su mujer, Elena, preparando tranquilamente la cena.
Una vez que todo el mundo estuvo en la casa, sacaron al niño Bernardo del saco, despierto pero aturdido, y le realizaron un corte en la axila para sacarle sangre, que recogieron en un vaso. Mezclada con azúcar, Ortega se bebió la sangre antes de que se enfriara. Julio mató al pequeño golpeándole la cabeza con una gran piedra.

Leona, previamente y todavía en el cortijo, abrió el vientre del niño y le extrajo la grasa y el epiplón, y lo envolvió todo en un pañuelo que puso sobre el pecho de Ortega. Así, una vez terminado el ritual, ocultaron el cuerpo en un lugar conocido como Las Pocicas, en una grieta en la tierra, y lo taparon con hierbas y piedras, sin enterrarlo. El niño estaba boca abajo, con el cráneo completamente destrozado.
Al realizar el reparto de dinero, Leona intenta engañar a Julio y no le paga las cincuenta pesetas que le prometieron por el asesinato. Éste decide vengarse y le cuenta a la Guardia Civil que ha encontrado el cuerpo de un niño por casualidad mientras perseguía a unos pollos de perdiz. Detuvieron a Leona por tener antecedentes, y éste culpó a Julio, que en un principio declaró haber presenciado el crimen desde unos matorrales.

Al final los dos hombres confesaron el crimen, no sin antes dar mil y una versiones diferentes, algunas de ellas totalmente disparatadas. Era claro que se trataba de un último intento por evitar el castigo.
Todavía viven personas en pueblos como Rioja o Gádor, que son capaces de recordar las coplas que corrieron en esos tiempos, ensalzando la figura del Cabo Mañas, que capturó a los despiadados autores.
La Guardia Civil detuvo a todas las personas implicadas en el asesinato del niño Bernardo.

Leona fue condenado al garrote vil, pero murió en la cárcel. Ortega y Agustina fueron también condenados a la pena máxima y ejecutados. José fue condenado a 17 años de cárcel y su mujer, Elena, fue absuelta. Julio el tonto, condenado en un principio al garrote vil, fue indultado por ser considerada su demencia.


EL TIO SAIN


El Tío Saín es el personaje de una leyenda muy extendida por la pedanía de Marchena, Lorca, Murcia (España) y zonas limítrofes.

Era un tipo terrible, caracterizado como un asustador de niños, con el que amedrentaban a los más pequeños para que se fueran a dormir.
El mito de "El tío Saín” relata que era un personaje real. Y que hasta hace unos años se le veía embutido bajo un sombrero gacho, negro y grasiento, de fieltro raído. Quienes manifiestaron haberle visto la cara, afirmaban que tenía una mirada torva.
Se rumoreaba que vivía en un chamizo (choza), en el corazón de la Sierra de la Almenara, al Sur de Cotes. Y, cuando bajaba a los llanos de los Alporchones, en todo momento andaba distante y solitario, abstraído en pensamientos ancestrales. Nunca tuvo aparcero, como era costumbre en el lugar. Siempre utilizaba atajos y vericuetos en sus correrías. Tampoco se le conoció compañera alguna ni ningún otro desliz.
A los críos les contaban que el tío Saín solía llevárselos para sacarles la sangre y arrojarlos al aljibe, si es que éstos, llegada la hora de irse a la cama, empezaban a hacerse los remolones. En las noches de lluvia y ventisca, estaba presente en el menor ruido. La oscuridad de las noches de los niños la impregnaba la sombra obsesiva del tío Saín.
El rumor del viento y el aullido de los canes, repetido de monte en monte por el eco, llevaba el olor sanguinario a la imaginación infantil, en las largas noches de invierno.
Algunos aventuraban a pensar que algo había entre el tío Saín y cierto suceso que tuvo lugar, allá por los años de la guerra, en el entorno de los Alporchones, entre una pareja de carabineros y un ‘alijero’ que llevaba productos de contrabando desde el litoral hasta la llanura del Guadalentín, soslayando los puestos de vigilancia, a través de la sierra.


Sirvan, solamente, los dos ejemplos anteriores, para ahondar un poquito en este mito que, como habreis podido comprobar, se mantiene a caballo entre la leyenda y la realidad.

Y para acabar con este tema os invito a leer, a continuación, el relato que precede a este artículo, que cuenta la historia de un hombre con un saco que consiguió asustar al niño que, un adulto, llevaba dentro...

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